[ENTRE LA CIUDAD DEL DÓLAR Y LA CIUDAD DE LA ENERGÍA] Hay que repoblar el Bierzo
LUIS CEREZALES | Es ocioso repetir una vez más que la Autonomía de Castilla y León ha dejado al Bierzo calcinado, aislado, desamparado y en manos de una caterva de incompetentes, cuya mayor ocupación es procurarse una mamadera al favor de una institución encubridora de una lesión sistemática a los derechos de una minoría: los bercianos.
Tratar de tapar esa canallada monda y lironda con un apaño sin utilidad práctica como es el Consejo Comarcal de El Bierzo, solo sirve para meter aún más el soplete en la herida y confirmar la sospecha de que nos han tomado por tontos. Aquí los barandas de Pucela nunca han buscado y promocionado a los más preparados, luchadores o competentes sino a los más dóciles, serviles y claudicantes.
El Bierzo está reventado tras haberlo sangrado por los cuatro costados, a saber:
- Aislamiento geográfico de los circuitos del progreso. (AVE; Autovías a Orense y la Espina; Carretera a Portugal por Sanabria, al norte de Galicia por Fornela y a Oviedo por Omaña)
- Desmantelamiento traumático sin alternativa de la actividad madre tradicional. (Liquidación desordenada de la minería de carbón y cierre sorpresivo de la generación termoeléctrica)
- Menoscabo y falta de apoyo hasta frustrar a proyectos con gran capacidad reactivadora y regeneradora (PONFERRADA, CAPITAL DE LA ENERGÍA-CIUDEN, SILVERSIL)
- Despoblación galopante sin medidas correctoras eficaces (Envejecimiento poblacional, abandono del territorio físico y pérdida de talento)
Este último es el resultado de los tres anteriores que obedecen a la insoportable incapacidad de nuestros dirigentes para atajar la sangría y a su falta de valentía para plantarse y enseñar los dientes, no para intimidar sino para morder.
El Bierzo necesita de una repoblación que, además de urgente, sea salvadora. No es necesario cruzar las esquelas cotidianas con las inscripciones de neófitos en el registro civil para concluir que estamos irremediablemente condenados a marginación a corto plazo y a la absoluta irrelevancia a perpetuidad.
Quien esto escribe nada espera de los poderes públicos para remediar que se colapsen los cementerios y se clausuren los nidos de la maternidad. Cuando no hay ideas poco se puede hacer para que las cosas mejoren, pero cuando tampoco hay ganas de que mejoren porque nada les va a influir en su sueldo el desastre está servido.
Todo esto viene a cuento de mi interés por trasladarle a un mandamás de proximidad un proyecto para fomentar la repoblación en nuestra tierra, tras haber empleado muchas horas en que el asunto a exponer fuera una propuesta sólida y no una palomita preñada; es más, no tengo la menor duda que sería el planteamiento más importante de todos cuanto podía haber escuchado en su aún corto mandato.
Y digo, haber escuchado, porque no tuvo a bien recibirme henchido de no sé qué particular prurito, de qué orden adversa, o de qué demonización de camarilla. Me voy a poner lorquiano y no voy a decir por berciano quien es el interfecto pues la luz del entendimiento me hace ser comedido. Él sabe, y si no lo sabe se lo digo, que espero que decida perder conmigo algo de su tasado tiempo en beneficio del terruño.
De la misma manera que tengo la desconfianza absoluta en los mencionados poderes públicos para devolver un mínimo esplendor a nuestra tierra, tengo una fe infinita en que este tocando a su fin la modorra berciana ante su declive provocado. Siempre es la sociedad civil la que da la respuesta que no llega de los jerarcas, y tras la debacle y la resignación pronto los bercianos sabrán recoger el guante de su suerte y ser nuevamente protagonistas de su futuro.