[LA OVEJA NEGRA] La ciudad donde los lameculos hacen ciencia
GERMÁN VALCÁRCEL | Desde que nací, y seguramente ya mucho antes, siempre ha habido promesas de salvación tecnológica.
GERMÁN VALCÁRCEL | Desde que nací, y seguramente ya mucho antes, siempre ha habido promesas de salvación tecnológica.
GERMÁN. VALCÁRCEL | El próximo martes llega a la capital del Bierzo, Ponferrada, Felipe de Borbón, hijo legítimo y sucesor de ese comisionista franquista, obsesionado con la jodienda, como todos sus antecesores que, a pesar de lo que digan la basurilla republicana y los perroflautas anarquistas, “carece de asuntos pendientes con la justicia”.
GERMÁN VALCÁRCEL | Como tengo la sensación que nuestros políticos, esos que tienen la ética en el mismo pasillo que el papel de limpiarse el culo, nos siguen contando el cuento de la lechera, y habiendo confirmado que Dios y el estado de derecho han muerto, propongo, como primera medida para salir de la situación actual, la necesidad de una catarsis que cambie las reglas del lenguaje, para que las trampas sean cada vez más difíciles de disimular, unas reglas en las que el latín de esa secta formada por los sacerdotes de la política pierda progresivamente validez, que todos podamos estar en condiciones de llamar al tramposo tramposo y al indigno indigno.
GERMÁN VALCÁRCEL | No existe modo racional de prever cuándo, cómo y por qué un estúpido llevará a cabo su perverso ataque.
GERMÁN VALCÁRCEL | La sordidez y la dialéctica del chantaje mutuo son las señas de identidad de la acción política institucional.
GERMÁN VALCÁRCEL | En tiempos en que se organiza la confusión y se ejerce conscientemente la arbitrariedad, es preciso hacer algo diferente.
GERMÁN VALCÁRCEL | La concatenación de crisis –climática, energética, ecológica, escasez de recursos, pérdida de biodiversidad– está teniendo efectos demoledores en la vida cotidiana de la gente.
GERMÁN VALCÁRCEL |En estos tiempos de confusión y desmovilización social, los libros son una buena brújula para orientarse, buscar respuestas y plantar cara a tantas fobias y demonizaciones que hay que soportar, no solo desde la derecha ecofascista o neoliberal, sino desde la izquierda institucional, el reformismo político y ecologista, y todas esas sectillas dedicadas a buscar su éxito personal y a monetizar su disidencia controlada que, en el fondo, solo sirve para legitimar y dar un toque verde a un sistema expoliador, ecocida, genocida, profundamente antidemocrático.
GERMÁN VALCÁRCEL | Aunque sé que vivimos en una sociedad totalmente degradada por la propaganda y la manipulación, cuyo principal motor de desarrollo es la ignorancia y el oscurantismo, no puedo evitar sentir una cierta desesperación ante la polarización y ceguera colectiva con la que estamos afrontando el convulso escenario al que estamos abocados.