GERMÁN VALCÁRCEL | Como tengo la sensación que nuestros políticos, esos que tienen la ética en el mismo pasillo que el papel de limpiarse el culo, nos siguen contando el cuento de la lechera, y habiendo confirmado que Dios y el estado de derecho han muerto, propongo, como primera medida para salir de la situación actual, la necesidad de una catarsis que cambie las reglas del lenguaje, para que las trampas sean cada vez más difíciles de disimular, unas reglas en las que el latín de esa secta formada por los sacerdotes de la política pierda progresivamente validez, que todos podamos estar en condiciones de llamar al tramposo tramposo y al indigno indigno.