La camaradería inesperada en la mesa de poker

Vemos como el juego de cartas más legendario es capaz de crear vínculos muy especiales que trascienden la rivalidad.
Aunque pueda parecer paradójico, el poker suele acabar creando lazos estrechos entre contendientes, por más que sorprenda en un juego en el que hay dinero de por medio, se trata de ocultar las intenciones al rival y hasta se le engaña con faroles.
Así la timba, ya sea física o digital, no tiene por qué suponer un entorno hostil, por mucho que se compita en un todos contra todos despiadado, pues al final hacen su magia las largas horas compartidas, con sus dosis de silencios tensos, clímax de emoción y ratos distendidos que también los hay, y pueden de hecho dar pie a echar unas risas de vez en cuando.
Esto explica que muchos rivales que se han podido conocer jugando partidas en línea, decidan crear mesas virtuales para jugar entre ellos, sin la presencia de otros invitados extraños. Una posibilidad que ofrece la plataforma líder en juegos de poker, permitiendo invitar a los usuarios que se desee, estén registrados o no, para jugar cómodamente en casa desde el ordenador o el móvil.
Un carrusel de emociones compartidas
A lo largo de una partida prolongada, lo más probable es que todos los jugadores vivan las mismas emociones: la euforia de romper la mesa en una mano, la tensión cuando hay un bote espectacular de por medio, la decepción de que te superen in extremis las cartas que has ligado con una combinación mejor.
Ese carrusel emocional por el que todos pasan crea empatía entre ellos, e igual que somos humanos a la hora de competir e intentar prevalecer sobre el otro, y más si hay dinero de por medio, también lo somos cuando reconocemos el pesar, la alegría o el esfuerzo del que tenemos enfrente, aunque eso no mitigue nuestras ganas de imponernos.
Con todo, esa empatía no precisa de muchos motivos para aflorar, dado que al estar nuestro cerebro programado para que seamos seres sociales por naturaleza, ya la propicia la mera observación de supersticiones y rituales en los que nos reconocemos.
De la empatía a la conexión personal
También con algunos rivales, con los que se coincide con frecuencia en partidas largas o torneos, es habitual tejer conexiones personales, y abrirse al menos un poco entre partida y partida, en los descansos e incluso en medio del juego, si hablamos de manos relativamente tranquilas.
Así, se empiezan compartiendo anécdotas o ‘batallitas’ vividas con el juego, y con el tiempo se pueden llegar a compartir cuestiones mucho más personales. Y aún es posible que llegue un momento que el juego solo sea una excusa para pasar un rato con gente que se conoció en una mesa de poker, física o virtual.
En este sentido, se reproduciría lo que hacen muchos grupos de amigos que tienen programado su momento compartido alrededor de una timba para verse, relajarse y echar unas risas. Algo que por ahorro de tiempo y cuestiones logísticas es más fácil de realizar en la actualidad conformando mesas virtuales para organizar partidas personalizadas de este tipo, con los usuarios que se desee.
Torneos con una vertiente muy social
Todo esto se potencia mucho más en los torneos, donde hay más tiempo para confraternizar, una tendencia a la que no escapan ni los jugadores más competitivos y exitosos, partiendo de una base de respeto y admiración por sus mejores contrincantes. No hay que olvidar que en un ámbito mucho más propicio a los egos desmesurados como el fútbol, incluso jugadores tan top como Cristiano y Messi tienen una fantástica relación personal, probablemente inducida en su caso porque nadie entiende mejor que ellos dos lo que supone ser el otro.
Ya se trate de jugadores que se han conocido en torneos o partidas, no es raro que acaben quedando para tomar algo si viven en la misma ciudad, o que se organicen quedadas de varios jugadores en un sitio concreto, algo que se puede convertir hasta en una tradición. En este aspecto, los amantes del poker no difieren de otras comunidades como los gamers o los devotos de los comics.
La gracia de todo esto es que fluya de manera natural, y desde luego no pasa nada por afrontar las partidas desde una perspectiva más competitiva, o por ver el juego como un mero entretenimiento instrumental.
Sí es cierto que es mucho más enriquecedor tomarse de forma lúdica el poker, y todo lo que sea una competición en general, incluso aunque hablemos de los derbis deportivos de máxima rivalidad, porque al final lo que queda son las experiencias y el resultado es un impostor, al menos que resulte excesivamente abultado.
En último término, el poker no va solo de ganar fichas físicas o virtuales, cuando puede brindar momentos indelebles, historias únicas y llegado el caso amigos para toda la vida.