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[SUJETO DE LETRAS] Exacto

JUAN CARLOS SUÑÉN | Nos han empujado (o nos hemos) a vivir el confinamiento como una especie de intermedio tras el cual llegaría un dramático giro de guion: la nueva normalidad.

[SUJETO DE LETRAS] Confinamiento/huelga

JUAN CARLOS SUÑÉN | Cuando todo esto pase descubriremos que mientras estábamos encerrados el Universo no dejaba de expandirse y con él el espacio y el tiempo (vemos ya un adelanto de ello en las mesas de las terrazas, cuyo número y ocupación no parecen haber descendido con la preceptiva distancia preventiva), sólo la economía parece empecinada en devolverlo a la vieja limitación de su infinitud: impermeable, compacta y divina.

[SUJETO DE LETRAS] La muerte

JUAN CARLOS SUÑÉN | Hay algo de lo que no hablamos, los que tenemos cierta edad y sabemos sobrellevar un confinamiento sin confundirlo con un encierro (incluso, a ratos, prefiriendo la extraña libertad del tiempo en nosotros a la nuestra en el tiempo), no hablamos del paso de gigante que la muerte ha dado hacia nosotros, de lo cerca que la sentimos.

[SUJETO DE LETRAS] La cuenta de siempre

JUAN CARLOS SUÑÉN | La derecha de este país pasó de un discurso simplificador (buenos y malos) a otro de odio sin que a penas nos diésemos cuenta ni la tomásemos demasiado en serio (era, después de todo, algo que siempre se les transparentó a través de la bandera); pero está (hace unos días) instalada en un mensaje distinto, más venenoso aún, más peligroso.

El poeta en la taberna (y V)

Y ahora que el orgulloso
ha cerrado la puerta tras su ira
(y no se ve a menudo
salir de esta taberna
a un aprendiz de dios) y que me basta
con lo que me habéis dado (y este poco
que me quedó de anoche), permitidme
que descanse por hoy.

A la victoria (V)

Un poeta precisas
que sea semejante
a la cera, algo blando
en tus manos y fuerte
en tus fines, virtudes
ambas muy envidiables,
por cierto, y que la buena
de mi casera quiere
también para su mulo,
pero que no poseo.

A la victoria (IV)

Pocos de los que suelen
escribir con estilo
directo y llano harían
parecer tu corona
merecida, y ninguno,
ni los grandes maestros
del pasado que alcanzan
al más alto en altura,
daría alcance a tu nueva
majestad; es más digno
de amigo someterse
a tu cólera.

A la victoria (III)

Deja de repetirme
que Nicias, el divino,
o Regio, aceptarían
y escúchame: tu encargo
no es ninguna bicoca.