[LA OVEJA NEGRA] Arden los Aquilanos, arde el lugar de donde vengo
GERMÁN VALCÁRCEL | Tenemos la dicha y la desgracia de morar en una comarca hermosa y atormentada, el Bierzo, de vivir un tiempo histórico que golpea duro.
GERMÁN VALCÁRCEL | Tenemos la dicha y la desgracia de morar en una comarca hermosa y atormentada, el Bierzo, de vivir un tiempo histórico que golpea duro.
GERMÁN VALCÁRCEL | Aunque conozco de antemano que la derrota es ya inapelable, sigo escribiendo esta columna desde la necesidad de comunicarme con los demás, con los otros.
GERMÁN VALCÁRCEL | Para algunas personas, ciertas tesis que sostengo en esta columna, y en otros lugares, les lleva a calificarme de catastrofista.
GERMÁN VALCÁRCEL | En un contexto como el que estamos empezando a vivir, sobrecogen y acongojan las historias personales que hay detrás de las penosas situaciones que cada vez más personas empiezan a padecer.
GERMÁN VALCÁRCEL | Si algo han dejado claro las elecciones andaluzas es que, tras tres años de gobierno más progresista de la historia de España, no crece la hierba en las praderas de la izquierda, a pesar de tantos sacrificios ideológicos y psicoestéticos como han hecho.
GERMÁN VALCÁRCEL | Cualquiera que conozca algo el funcionamiento de la vida política berciana sabe que esta tierra carece de humus para que en ella pueda germinar la semilla de la esperanza.
GERMÁN VALCÁRCEL | Desde que nací, y seguramente ya mucho antes, siempre ha habido promesas de salvación tecnológica.
GERMÁN. VALCÁRCEL | El próximo martes llega a la capital del Bierzo, Ponferrada, Felipe de Borbón, hijo legítimo y sucesor de ese comisionista franquista, obsesionado con la jodienda, como todos sus antecesores que, a pesar de lo que digan la basurilla republicana y los perroflautas anarquistas, “carece de asuntos pendientes con la justicia”.
GERMÁN VALCÁRCEL | Como tengo la sensación que nuestros políticos, esos que tienen la ética en el mismo pasillo que el papel de limpiarse el culo, nos siguen contando el cuento de la lechera, y habiendo confirmado que Dios y el estado de derecho han muerto, propongo, como primera medida para salir de la situación actual, la necesidad de una catarsis que cambie las reglas del lenguaje, para que las trampas sean cada vez más difíciles de disimular, unas reglas en las que el latín de esa secta formada por los sacerdotes de la política pierda progresivamente validez, que todos podamos estar en condiciones de llamar al tramposo tramposo y al indigno indigno.