[TRIBUNA] Voy a Cacabelos, te espero en el Bohío
BOUZA POL | Hay muchas fotos que recuerdan y retratan bien a esta trabajadora y, a la vez, festiva villa situada a orillas del río Cúa.
Tengo en la memoria una casa, hecha de ladrillo su estructura, sin ventanas, que mostraba cientos de plantas de tabaco colgadas para que se secaran. Me llamaba la atención y me gustaba verla al entrar desde Villafranca, pues estaba situada a la altura del kilómetro 402 de la Carretera Nacional VI Madrid-La Coruña.
Las plantaciones de tabaco eran muy bonitas, impresionantes cuando lucían sin pudor sus hermosas floraciones, gran espectáculo muy original que me encantaba contemplar en aquella edad tan propicia para hacer felices a las ninfas guapas de Cacabelos. Entonces era normal verlas pasar de dos en dos, de tres en tres, de cuatro en cuatro cogiditas del brazo o de «ganchete». Así, tan protegidas y seguras, había que tener mucho valor y garbo para conseguir que la que te gustaba más se separara, y te prestara atención, oídos, ojos, palabras, y sonrisas…
Entonces sí había arte. Las hermosas mujeres glamorosas del cine de Hollywood lucían pantalones para exhibir sus encantos. Las Diosas del Cúa, tan deliciosas, pero más recatadas y pudorosas, no se quedaron atrás y pronto se los pusieron para montar en bicicleta y subirse a los cerezos. En la Sala de Fiestas Litán comprobé que eran únicas, e imaginé que su hermosura nunca se perdería, que simplemente se transformaría con los años, y así ha sido. Ahora recuerdo, emocionado, que, hace más de medio siglo, la liberación femenina de las diosas cacabelenses disfrutó de un gran impulso afectivo y emocional la tarde de aquel sábado en que hizo acto de presencia un guapo mozo, moreno, bien «plantao», de Villafranca del Bierzo. Se llamaba -se llama- Fausto Mauriz, que, en aquel tiempo, estaba en la cumbre de su carrera como actor principal protagonista de Fotonovelas Selene.
Entró el simpático galán en la cuadrada y bien iluminada sala Litán acompañado por su primo Enrique que, con anterioridad, ya venía avisando acerca de la posible «revolución» que podría ocasionar, y sucedió: todas las ninfas se arremolinaron en torno a él, a Fausto (bonito e impresionante nombre), que las recibió encantado, firmó autógrafos, se dejó querer, y achuchar…
Sólo una diosa del Cúa permaneció en su sitio, indiferente a tanto alboroto, y siguió arrullándose divinamente con otro villafranquino, Carlos Boeza Horta.
Las chicas de los años sesenta del pasado siglo lucían cortitas minifaldas, botas de piel por encima de la rodilla dejando al descubierto más de veinte centímetros de divino «muslamen». En el Cúa tomaban el sol con diminutos biquinis, y en las afamadas fiestas populares, bailando Black is Black de Los Bravos, se movían como las pavesas en las hogueras. También había mucho arte el «agarrao», tan agarrado y suavecito que, aprovechando «Mi manos en tu cintura», de Adamo, se inventaron el cariñoso y dulce abrazo rodeando sus tiernos brazos el cuello y hombros de sus galanes, con las caritas pegaditas, y los aromas de sus cosméticas faciales y perfumes. Algunas incluso fumaban y, «descaradamente», te seducían echándote a la cara un chorrito de humo, una bocanada de aliento, como la niebla.
Pero ahora, a las abuelitas y abuelitos de mi edad nos cuesta mucho poder entender, y respetar, el emborracharse a tope, adrede, en los botellones, fumar porros, tomar estimulantes y otras cosas aun peores, para «divertirse» con ese moderno disparate al que llaman «El Muelle», o La Ruleta Sexual, en el que han caído algunos adolescentes. Los caballeros sensibles y educados, acostumbrados a respetar a todos, y más, si cabe, a las señoritas y a las damas, no logramos entender estas modernidades a pesar de haber salido del pueblo hace ya muchos años.
Las malas ideas y practicas corren más que las buenas. Los jóvenes de mi generación, sin un duro en el bolsillo, éramos felices paseando por el jardín o dándoles patadas a los botes. Nunca hemos sido tan ricos como ahora, e incluso así a muchos jóvenes les falta la alegría natural, sencilla, y se aburren…
La hermosa Villa del Cúa, tan querida y admirada, tenía la fama de ser la más unida de El Bierzo. En los años sesenta del pasado siglo se puso de moda lo de «Te espero en el Bohío», bar-cafetería que sigue funcionando y guarda muchos recuerdos. Ahora, tristemente, hasta los pequeños ayuntamientos se olvidan de hacer buena gestión, de dar buenos servicios, buscar la convivencia, la paz, el entendimiento, y dejar a un lado el politiqueo barato, visceral, demagógico, petardo.
A los mandamases de ayer, de hoy, y de mañana, de cualquier bando, me permito recomendarles que hablen menos y que lean más. Podrían empezar con El Señor de Bembibre y seguir con La Diosa del Cúa.
Con toda Cúalidad: Bouzas Pol, escritor.